Sentir el pulso del Universo: ¿qué podemos
esperar aprender de las ondas gravitatorias?
Ver con luz o ver con otras ‘luces’.
No es ni
aventurado ni exagerado decir que durante la práctica totalidad de la historia
humana, el conocimiento del Universo, más allá de nuestro alcance inmediato,
nos ha llegado mediante la luz. Primero a ojo desnudo, y luego ayudados de
instrumentos: anteojo de Galileo, telescopios, registro en placas fotográficas,....
No teníamos ninguna razón para suponer que el Universo estuviera emitiendo
'otras luces'. Ahora sabemos que lo hace. Y además por partida doble.
A mediados
de los 1860s el físico escocés J.C. Maxwell predijo la existencia de ondas
electromagnéticas y adelantó la hipótesis de que la luz, de naturaleza entonces
desconocida, era una onda electromagnética. Comprobada hacia 1890 su existencia
por Hertz, resulta haber tales ondas en todo un amplio espectro de frecuencias,
desde las de radio hasta los rayos X y los rayos gamma; la luz visible ocupa
solo una estrecha región intermedia de ese espectro.
Las
aplicaciones prácticas de semejante descubrimiento, inimaginables antes,
llegaron muy pronto: en los 1920s comenzaron las emisiones comerciales de
radio, y poco después de televisión, utilizando las regiones del espectro en
las que es relativamente fácil producir estas ondas.
Ya que
desde el universo nos llega luz, no tardó en surgir la pregunta de si acaso no
nos llegarían también 'luces' en otras bandas de frecuencia. Cuando se
descubrió que las ondas cortas de radio emitidas en la superficie de la Tierra
se reflejaban en una capa alta de la atmósfera, se pensó que esa capa también
reflejaría hacia afuera las eventuales ondas de radio procedentes del espacio,
lo que impediría su eventual observación. Ahora sabemos que la atmósfera no
bloquea todas las zonas del espectro de radio: la primera observación casual,
en los 1930s, de ondas de radio procedentes del cosmos promueve el desarrollo
de la radioastronomía, que alcanza en los 1950s su mayoría de edad permitiendo
en las décadas siguientes 'ver' el Universo con nuevos ojos, los de los
radiotelescopios.
Una vez
entendido que la luz visible no es el único mensajero del Universo, era natural
e inevitable intentar observar el Universo en otras frecuencias: microondas,
infrarrojo, ultravioleta, rayos X y rayos Gamma, lo que requirió entre 1950 y
1990 el diseño de instrumentación específica, que cuando estuvo disponible
mostró que recibimos señales del Universo en todas esas bandas. Y a partir de
los 1990s hemos podido situar algunos de esos instrumentos en el espacio, desde
donde muchas de las dificultades ligadas con la observación terrestre
desaparecen. Ahora estamos 'viendo', desde todas esas 'ventanas', una imagen
incomparablemente más completa del Universo.
Las ondas gravitatorias: sentir el
pulso del Universo.
En los
últimos 30 años hemos ido acumulando evidencias indirectas de la existencia de otras ondas, las ondas gravitatorias.
Pero tuvimos que esperar a 2015, casi un siglo después de haber sido previstas,
para observar directamente por vez primera la radiación gravitatoria. Con esa
detección, en vez de 'ver' el
Universo, podemos 'sentir' su pulso
oscilante. La astronomía de ondas gravitatorias, ahora en su infancia, es más
que otra nueva ventana al Universo, ya que nos permitirá acceder a información
vedada por medios ópticos.
Fig.1. Una imagen
artística de las ondas gravitatorias
generadas por un sistema binario de estrellas de neutrones.
generadas por un sistema binario de estrellas de neutrones.
Crédito: R. Hurt/Caltech-JPL. https://www.jpl.nasa.gov/news/news.php?feature=5137
Previstas
inicialmente por Einstein en 1916 como una consecuencia de su teoría de la
gravedad, luego se llegó a dudar de que esas ondas fueran más que una solución
matemática sin un correlato físico real. Entre 1950 y 1960 se concluye que esas
dudas no están justificadas, y que tales ondas deben existir. Lo que se
ignoraba por completo en 1960 era si en el Universo habría fuentes capaces de
emitir ondas gravitatorias de intensidad suficiente como para poder ser
detectadas. Pues bien pudiera ocurrir que, existiendo, esas ondas fueran tan
extremadamente débiles que su detección fuera imposible en la práctica.
¿Qué es una onda gravitatoria?: analogías y
diferencias con las ondas electromagnéticas.
La
radiación electromagnética se produce en las transiciones atómicas y también
durante el movimiento acelerado de cargas eléctricas (por ejemplo átomos
ionizados), y puede automantenerse en regiones sin cargas ni corrientes
eléctricas por un mecanismo de 'realimentación' perfectamente descrito en las
ecuaciones de Maxwell: un campo eléctrico (o magnético) variable con el tiempo
genera un campo magnético (o eléctrico); esas variaciones son las ondas que
viajan a cierta velocidad universal.
En
contraste con las ondas electromagnéticas, que se producen en átomos o en
moléculas individuales, la radiación gravitatoria se origina, de forma
coherente, por movimientos acelerados de enormes cantidades de materia. La
onda, una vez producida, se propaga en el espacio a la misma velocidad
universal, la de la luz. Una onda gravitatoria también está caracterizada por
su frecuencia y por su amplitud, que disminuye con la distancia a la fuente de
la onda con el mismo factor 1/r con el que decrece la amplitud de las ondas
electromagnéticas. Pero hay dos diferencias esenciales.
La primera
es que no hay rayas espectrales gravitatorias, que en el caso electromagnético
son la herencia de la producción de la radiación por átomos o moléculas
individuales. En contraste, la frecuencia de la radiación gravitatoria está
determinada por la frecuencia del movimiento, típicamente de rotación, de las
grandes cantidades de materia / energía que producen la onda. De fuentes de
diferentes tipos debemos esperar recibir ondas gravitatorias de diversas
frecuencias, que además nos llegarán afectadas, al igual que las
electromagnéticas, del desplazamiento 'al rojo' debido a la expansión del
Universo.
La segunda
gran diferencia es que la materia ordinaria es transparente a la radiación
gravitatoria: una onda gravitatoria que llegue a la Tierra la atravesará
limpiamente y seguirá su propagación. Lo que al paso de estas ondas oscila es el propio espacio-tiempo, que sufre una
contracción y expansión periódica y alternada en las dos direcciones
perpendiculares a la dirección de propagación. La amplitud de esa onda es el
alargamiento o acortamiento relativo que se produce en el propio espacio:
incluso para ondas gravitatorias bastante intensas, la amplitud de este
'latido' del espacio es casi imperceptible, por ejemplo de una milésima de
milímetro en un kilómetro, lo que se suele expresar diciendo que el espacio es
extremadamente rígido.
En los
1950s, la única fuente conocida de ondas gravitatorias de cierta amplitud eran
los sistemas binarios de estrellas. Las dos estrellas, mientras orbitan, emiten
de manera permanente ondas gravitatorias con frecuencia el doble de la
frecuencia orbital del sistema y amplitud extraordinariamente pequeña. Tales
ondas transportan energía, que pierde el sistema binario, con lo que la
separación entre las dos estrellas disminuye. En las últimas revoluciones del
sistema binario, cuando las estrellas se acercan irremisiblemente girando con
una frecuencia de rotación creciente (por conservación del momento angular), la
amplitud de las ondas gravitatorias emitidas aumenta siguiendo un patrón
característico. Al llegar a nosotros, esa onda provoca una oscilación en el
propio espacio de extrema pequeñez: para una onda emitida en esa fase final de
colapso de dos estrellas como el Sol, supuesto ocurrido en nuestra vecindad en
la galaxia, al paso de tal onda gravitatoria por la Tierra 'sentiríamos' que en
una separación de 1km la amplitud de la oscilación de esa separación sería muy
inferior al tamaño de un núcleo atómico.
Añadamos a
eso que la tasa temporal de ocurrencia de tales fusiones dentro de nuestra
galaxia es probablemente de solo una cada varios siglos o milenios, y que la
parte más intensa de la onda gravitatoria, la emitida en las últimas
revoluciones del sistema es pasajera y duraría solamente unas horas. Se
entiende que durante bastante tiempo fuera dominante la opinión de que las
ondas gravitatorias permanecerían siendo indetectables para siempre.
El cambio observacional.
En torno a
1960 algunas cosas comenzaron a cambiar en esa opinión con el descubrimiento,
mediante radioastronomía, de nuevos objetos en el Universo.
En la
década de 1950 se descubrieron unas fuentes con una emisión muy intensa en
radio pero cuya naturaleza era misteriosa; se bautizaron 'quasars'
('quasi-estelares').
En 1967 se
descubrieron otros objetos, los pulsars, que emitían señales de radio
periódicas, con periodos del orden de segundos. A diferencia de los quasars,
cuya naturaleza tardó en entenderse, la de los pulsars se estableció pronto:
son sistemas binarios en los que uno de los miembros es una estrella de
neutrones que emite un haz electromagnético colimado y muy intenso que gira,
cual faro cósmico, con la rotación de la estrella.
En esas
mismas fechas se asentó definitivamente el convencimiento, por argumentos
indirectos, de la existencia real de los agujeros negros, sobre lo que hasta
entonces no había consenso. Hoy sabemos que los quasars son emisiones
electromagnéticas producidas por la materia que rota y va cayendo en los discos
de acrección alrededor los agujeros negros supermasivos que hay en los núcleos
galácticos.
¿Por qué
fueron estos descubrimientos cruciales en nuestra historia? Porque un sistema
binario de estrellas de neutrones o de agujeros negros es fuente de radiación
gravitatoria muchísimo más intensa que la producida por un sistema binario de
estrellas ordinarias. Esa radiación alcanza su máxima amplitud, bastante mayor
que la de un sistema binario de estrellas de la misma masa, en el momento final
de la fusión de los dos integrantes. Incluso si esa fusión ocurre en una
galaxia relativamente alejada, la amplitud de la onda generada causaría, al
llegar a la Tierra, una oscilación del orden de una milésima parte del tamaño
del núcleo atómico en una separación del orden del kilómetro.
Cuando lo insignificante resulta ser significante.
Esta
amplitud de oscilación es comparable a la que causaría la fusión de un sistema
binario estelar en nuestra vecindad galáctica. Pero la tasa de ocurrencia de
procesos de fusión de agujeros negros o estrellas de neutrones, ahora en un
volumen que incluye muchísimas galaxias, se estima en varios sucesos al año. Y
además las frecuencias típicas de las ondas emitidas en esas fusiones son
también mucho mayores, alrededor de los 100 Herzios. Lo que hace que el
panorama de una posible detección cambie sustancialmente.
Si
consiguiéramos construir un instrumento capaz de detectar directamente, en ese
rango de frecuencias, una variación tan minúscula en el espacio entre dos
puntos 'fijos', ese instrumento, funcionando a lo largo de un tiempo de
observación razonable (digamos un año) debiera captar unos pocos sucesos. Esta
fue la filosofía inicial que condujo a LIGO.
Fig.2. Los perfiles
registrados de tres detecciones las ondas gravitatorias producidas en los
momentos finales de la fusión de dos agujeros negros. Nótese la brevedad de la
onda observable (la más larga, 1,5 segundos.
Fuente: https://www.ligo.caltech.edu/ ).
El
'sentido común' nos diría que detectar una variación tan insignificante en la
separación es una misión imposible. La historia subsiguiente es la de una
auténtica epopeya, iniciada por unos pocos pioneros, que convencidos de que la
detección sería posible, se atrevieron a diseñar, conseguir fondos, construir y
optimizar un instrumento capaz de detectar tales minúsculas variaciones en la
separación entre los espejos de un interferómetro. Esta es la historia de LIGO.
Detectores terrestres: LIGO.
El
Observatorio Gravitacional por Interferometría Laser, LIGO, construido en la
última década del S. XX y en funcionamiento desde hace quince años, es un
instrumento para la observación de ondas gravitatorias mediante interferometría
óptica. Esa técnica extremadamente sensible es capaz de detectar variaciones de
fase relativas muy pequeñas entre dos haces de luz que han tenido un origen
común, se han separado siguiendo caminos diferentes y finalmente se reúnen de
nuevo. Desde el interferómetro original de Michelson, empleado hace más de un
siglo para tratar de detectar el posible movimiento de la Tierra a través del éter,
las mejoras en la sensibilidad de estos instrumentos han sido espectaculares.
Hay varios
efectos (ruido sísmico, térmico y fotónico) imposibles de sortear, y que, para
un detector interferométrico en la superficie terrestre limitan (actualmente) las observaciones de ondas gravitatorias al
rango de frecuencias entre 30Hz y 400Hz. Que afortunadamente son las de las
ondas gravitatorias producidas en la fusión de dos agujeros negros de masa
estelar o de dos estrellas de neutrones. En ese rango LIGO es capaz de detectar
diferencias de las distancias recorridas por los dos haces del interferómetro
del orden de la milésima parte del 'tamaño' de un núcleo atómico.
LIGO
consta de dos interferómetros gemelos, construidos en dos lugares de EEUU
separados por 3000 km, y que funcionan en tándem, lo que permite eliminar
señales espureas que pudieran afectar solo a uno de ellos (olas del mar
rompiendo en una costa alejada, zumbido sísmico originado por el centrifugado
de una lavadora cercana). Esta duplicidad permite separar esas señales espureas
de las ondas gravitatorias procedentes del espacio, que afectarán a los dos
interferómetros por igual.
Fig.3. Vista aérea de uno de los dos
observatorios LIGO, en Hanford, EEUU.
Fuente: https://www.ligo.caltech.edu/
En
paralelo temporal con todo el desarrollo de LIGO, hay funcionando otros
detectores de tipo interferométrico: GEO600 en Alemania, y VIRGO en Italia.
LIGO tuvo
una larga fase de rodaje, en la que deliberadamente no se pretendía observar
ninguna señal sino ir optimizando un instrumento de esa complejidad, en el que
extraer las señales del ruido de fondo requiere además técnicas matemáticas muy
elaboradas: inferencia bayesiana, filtrado de datos con plantillas
precalculadas, ..... Cuando en Septiembre de 2015 se inició la primera tanda de
observaciones 'reales' se esperaba haber alcanzado la sensibilidad necesaria
para detectar ondas gravitatorias, y en efecto, en los primeros días de
observación se detectó GW150914, una señal 'de libro', la onda gravitatoria
producida en las etapas finales de fusión de un sistema binario de agujeros
negros.
Fig.4. Perfiles
observados, perfiles teóricos, diferencia y espectrogramas de la primera
observación GW150914 de ondas gravitatorias por LIGO. Fuente: B. P. Abbott et
al. (LIGO Scientific Collaboration and Virgo Collaboration), PhysRevLett.116.061102
Hasta
Diciembre de 2018, y en poco más de un año de tiempo total de observación, hay
ya confirmadas por parte de LIGO y de la colaboración LIGO-Virgo un total de
diez observaciones de ondas gravitatorias generadas en la fusión de dos
agujeros negros de masa estelar, y una de la fusión de dos estrellas de
neutrones. La detección directa de las ondas gravitatorias generadas por un
sistema binario de dos agujeros negros, aparte de su valor como tal, tiene otro
adicional: es la comprobación más directa posible de la existencia de agujeros
negros.
LIGO
también podría llegar a detectar otras ondas gravitatorias de amplitud menor
pero que en vez de ser ocasionales, como las anteriores, se produzcan de manera
continuada, como las emitidas por un sistema binario durante su 'baile' antes
del colapso; esto requiere registrar las observaciones a lo largo de bastante
tiempo y analizarlas con técnicas muy elaboradas, un programa en curso.
Especulación para el futuro.
Sabiendo
cómo hemos llegado hasta aquí, podemos especular sobre lo que, posiblemente,
nos deparará el futuro. Este tipo de ejercicio conlleva un indudable riesgo.
Pero no se trata ahora de aventurar qué descubrimientos nuevos en física nos
esperan a la vuelta de unas décadas, algo a lo que desde luego yo no me
atrevería. Hablando solo de ondas gravitatorias y una vez confirmada por
observación directa su existencia, se trata de hacer un cierto ejercicio de
prospectiva realista, describiendo los proyectos en curso para mejorar su sensibilidad,
y adelantando lo que podemos esperar obtener de las previsibles observaciones
con la tecnología disponible en un futuro cercano.
El futuro: más observatorios interferométricos.
Disponer
de más observatorios, trabajando conjuntamente, permitirá precisar mucho más
tanto el perfil de las ondas gravitatorias observadas en esos procesos
astrofísicos, como la ubicación en la esfera celeste de su fuente. Actualmente
hay en curso de construcción dos observatorios, LIGO-India, y KAGRA en Japón.
En la tanda de observaciones de LIGO-Virgo que se iniciará en la primavera de
2019 se espera mejorar la sensibilidad y quizás, que KAGRA pueda incorporarse a
lo largo de esa tanda, en la que la tasa de detecciones se estima en más de una
por mes. Cuando todos los observatorios entren en funcionamiento conjunto, la
detección de ondas gravitatorias se transformará, esperamos, en una herramienta
rutinaria para la astronomía que probablemente nos deparará sorpresas.
¿Se necesitan realmente más observatorios? O
¿observatorios de otros tipos?
¿Puede
LIGO detectar las ondas gravitatorias generadas por la caída de materia,
siguiendo los discos de acrección, hacia los agujeros negros supermasivos? O
¿las ondas gravitatorias generadas por una sola estrella de neutrones rotante?
La respuesta es 'no', ya que, incluso a igualdad de amplitudes, las frecuencias
de estas ondas gravitatorias están muy por debajo del límite inferior de
frecuencias al que LIGO es sensible.
Y es que
las ondas gravitatorias generadas en diferentes procesos astrofísicos pueden
tener frecuencias muy diferentes, desde un kiloherzio en el extremo superior
hasta un extremo inferior del orden del attoherzio (cuyo periodo es la vida
entera del universo). LIGO solo puede 'sentir' en la muy pequeña parte superior
de ese espectro. Para explorar debidamente el Universo en todas las frecuencias
del espectro gravitatorio se necesitan más instrumentos. En cada rango de
frecuencias es necesario llegar a una sensibilidad que permita detectar las
amplitudes típicas esperables para las ondas de esas frecuencias; como además
la amplitud de las ondas decrece con la distancia como 1/r, duplicar la
sensibilidad de cualquier método incrementa en un factor 23 = 8 el
volumen de Universo que estamos explorando efectivamente.
No
mencionaremos otro tipo de detectores terrestres, los de barra resonante, cuyo
desarrollo comenzado en los 1960 ha continuado hasta hoy, aunque de momento sin
éxito en la detección.
KAGRA y el Telescopio Einstein.
Una
posibilidad de mejora de los detectores interferométricos terrestres es
hacerlos subterráneos, para que la roca situada por encima apantalle muchos de
los ruidos sísmicos naturales o de origen humano. A primera vista puede parecer
chocante que una buena ubicación para un observatorio de ondas procedentes del
espacio sean túneles subterráneos, pero esto se debe a que la materia es
'transparente' a las ondas gravitatorias. El observatorio KAGRA, que
próximamente entrará en operación regular es ya subterráneo.
Un plan
más ambicioso, planteado en Europa y actualmente en fase de proyecto, es el
'Telescopio Einstein', que a pesar de la connotación óptica del nombre
realmente es un gigantesco detector de ondas gravitatorias interferométrico con
brazos de 10 kilómetros. La situación subterránea y la configuración de
triángulo equilátero permitirán superar la sensibilidad de LIGO y proporcionar
una ubicación más precisa de la fuente en la esfera celeste. Se espera que el
Telescopio Einstein permita la detección de radiación gravitatoria producida por
ciertos pulsares, o por sistemas binarios de enanas blancas, que son sistemas
en los que los campos gravitatorios son intermedios entre los de los sistemas
binarios de estrellas de neutrones y los de estrellas ordinarias.
Detectores en el espacio: LISA.
¿Es
realista imaginar detectores de tipo interferométrico con brazos mucho mayores
de 10Km en la Tierra? Probablemente no. Pero hay mucho espacio ahí fuera. Poner
en funcionamiento un detector de tipo interferométrico en el espacio es el
proyecto LISA (Laser Interferometer Space Antenna). En su concepción inicial,
planteada conjuntamente por la agencia Espacial Europea, ESA, y la NASA, se
trataba de tres satélites en órbita alrededor del Sol, formando un triángulo
con lados del orden de 5 millones de kilómetros, conectados por haces de laser.
Los detalles de la parte 'astrodinámica' del diseño son realmente fascinantes:
los tres satélites estarían en órbita alrededor del Sol, con tres órbitas
cuidadosamente seleccionadas para mantener de manera automática una
configuración triangular. Los detalles del aspecto interferométrico no lo son
menos, y son bastante diferentes de los de un interferómetro terrestre, con las
ventajas y los inconvenientes que resultan de una separación entre satélites
tan monstruosamente grande y la dificultad añadida de unos sistemas que
requiriendo una extrema precisión cuando estén en órbita, deben sobrevivir
indemnes a un lanzamiento desde la Tierra que es cualquier cosa menos suave.
Una vez en
órbita, los satélites que transportarán el interferómetro de LISA estarán
sometidos a pequeños efectos que les infunden ligeras desviaciones sobre la
caída libre que siguen en sus órbitas. Pero las masas que juegan el papel de
espejos del interferómetro configurando el triángulo y cuya variación de
separación se mide con los láseres deben estar en caída libre con una precisión
muchísimo mayor. De no corregirse, esos efectos sobre los satélites harían
inviable la finísima observación interferométrica requerida. ¿Cómo superar tal
reto? La idea es que las masas vayan 'flotando' en el interior del satélite,
como en una imaginaria jaula, con sensores que detectan cuando la masa comienza
a aproximarse a uno de los lados de la 'jaula' (lo que habrá ocurrido como
consecuencia de cualquier pequeña fuerza adicional a la gravedad que ha actuado
sobre el satélite) y en ese momento corrigen la trayectoria del satélite sin
actuar de ninguna manera sobre la masa que permanece 'flotando' en el interior
de la jaula. Se consigue así que la masa vuelva a estar en reposo relativamente
a la jaula; en resumen, la masa permanece siempre realmente en una caída libre
casi perfecta, totalmente aislada de las pequeñas fuerzas no gravitatorias de
toda índole que inevitablemente actuarán sobre el satélite.
Fig.5. Esquema de las
órbitas a lo largo de un año de los tres satélites que formarán LISA. La línea
verde es la órbita de la Tierra, y el centro del triángulo sigue una
trayectoria que casi coincide, aunque avanzada, con respecto a la de la Tierra.
En 2011 la
NASA se retiró del proyecto LISA, que afortunadamente fue mantenido por la ESA.
Con la única finalidad de comprobar si la tecnología recién descrita para
asegurar la caída libre de las masas era lo suficientemente precisa y fiable
para un experimento a la escala en la que LISA debe funcionar, la ESA preparó
la misión LISA Pathfinder. El éxito de ésta misión, ya completada, abrió el
camino a la aprobación por parte de la ESA en 2017 de la misión completa, que
en la década de 2030 debería estar en funcionamiento, con tres satélites
separados 'solo' por 1,5 millones de kilómetros (cuatro veces la distancia a la
luna).
Puede
parecer que ese tipo de instrumento será 'mejor' que los terrestres; no es
mejor, sino diferente. Y es que un observatorio así en el espacio también está
limitado a una zona del espectro de frecuencias, con limitaciones de naturaleza
diferente a las que se encuentran en la Tierra. El rango efectivo de las
frecuencias a las que LISA será sensible cubre tres órdenes de magnitud
centrados en el miliherzio, que corresponde a ondas con periodos de un cuarto
de hora. Ondas con esas frecuencias pueden ser producidas por la coalescencia
final de sistemas binarios de estrellas ordinarias en nuestra galaxia, o por la
captura de estrellas compactas o de agujeros negros estelares por los agujeros
negros supermasivos que existen en todos los núcleos galácticos: como se ve,
fuentes diferentes de las que puede detectar LIGO. Probablemente no veremos con
LISA nada de lo que ya hayamos visto con LIGO, y nada de lo que veamos con LISA
lo habremos visto con LIGO.
La puntualidad de los pulsars.
Las
frecuencias de las ondas gravitatorias producidas por la coalescencia de
agujeros negros supermasivos, como los que hay en el centro de las galaxias,
están varios órdenes de magnitud por debajo del miliherzio, con períodos del
orden de años (aquí de nuevo, la vieja y fundamental idea, contrabajo vs.
violín, de que sistemas más grandes están asociados a frecuencias más bajas).
Incluso LISA será incapaz de detectar en esas frecuencias, para las que se ha
propuesto otro método que apenas requiere nueva tecnología, aunque sí un
programa de observación de radioastronomía mantenido a largo plazo. Se trata
del seguimiento temporal con gran precisión de los periodos de los llamados
pulsars de milisegundo. ¿De qué va éste método?
Los
pulsars, descubiertos en 1967, son estrellas de neutrones rotantes, con un
intenso campo magnético, que emiten un haz de radiación electromagnética muy
estrecho en una dirección que rota con la estrella. Si ese haz, en su
movimiento de rotación, barre a la Tierra, lo que nosotros detectamos es un
pulso brevísimo, que se repite en cada rotación del haz. En breve, un faro
cósmico. Los periodos típicos con los que recibimos estos pulsos van desde unos
pocos segundos hasta el milisegundo, y nos informan del periodo de rotación de
la estrella de neutrones. Los pulsares de rotación más rápida son
extraordinariamente estables, y pueden calificarse como los relojes más
precisos del Universo, más que los mejores relojes atómicos actuales.
Imaginemos
que una onda gravitatoria de período del orden de años atraviesa la zona por la
que se está propagando uno de estos haces, en su camino a la Tierra. Como el
efecto de la onda es contraer y expandir el espacio, el haz sufrirá un
pequeñísimo retraso o adelanto relativo a lo que hubiera ocurrido sin onda
gravitatoria. Medio período de la onda más tarde, lo que era retraso se
transformará en adelanto. Lo que quiere decir que si a lo largo de varios años
registramos con suficiente precisión los tiempos de llegada de los pulsos, el
posible paso de una onda gravitatoria de ese período por la región del espacio
por la que ha viajado el haz deberá manifestarse en pequeñísimas variaciones en
los tiempos de llegada registrados de los pulsos, alternando a lo largo del
tiempo fases con ligerísimos retrasos con otras de ligerísimos adelantos sobre
los tiempos de llegada 'previsibles' (que serían los que habríamos registrado
de no haber habido onda gravitatoria). Este método requiere un programa de
observaciones mantenido a plazo de varios años, y es factible directamente
desde la Tierra con radiotelescopios.
Fig.6. El espectro de la
radiación gravitatoria, con las fuentes esperables a diferentes frecuencias y
los instrumentos para su detección. Fuente: Presentación ‘Status of the search
for Gravitational Waves, Alan Weinstein, LIGO Scientific Collaboration,
LIGO-G0900681.
Como se
conocen bastantes pulsars de milisegundo, una mejora obvia es seguir a todo un
conjunto de pulsars y extraer la información no solo de las observaciones de
los retrasos y adelantos en la llegada de los pulsos de cada uno, sino de sus
correlaciones en función de su separación angular. Como siempre, observaciones
múltiples permiten reducir las incertidumbres observacionales, e identificar
las amplitudes del fondo de ondas gravitatorias de esas frecuencias, que son
las producidas por las fusiones de los agujeros negros supermasivos de los
núcleos galácticos; de este mapa se podría obtener información valiosísima
sobre la formación de las galaxias o sobre sus fusiones. Actualmente hay tres
proyectos en curso realizando estas medidas.
La astronomía y cosmología multimensajero.
Comparada
con la fusión de agujeros negros, que emite solo ondas gravitatorias, la fusión
de dos estrellas de neutrones emite además mucha radiación electromagnética
generada en la sopa de materia ordinaria o ionizada que se expulsa en el
momento de la fusión. Que eso es así realmente lo sabemos desde la detección
del colapso de dos estrellas de neutrones GW170817 en agosto de 2017, que se
pudo observar en ondas gravitatorias e inmediatamente después en todo el rango
'electromagnético'.
Pasar de
una observación exclusivamente en el visible a poder conjugarla con la
información obtenida en radio, microondas, infrarrojo, rayos X y rayos gamma
fue un avance fundamental en la astronomía del S. XX. Ahora tenemos ante
nosotros la posibilidad de complementar las observaciones 'electromagnéticas'
con la información proporcionada por la astronomía 'gravitatoria'. Esta doble conjunción
ya tiene un nombre: astronomía multimensajero. Las ondas gravitatorias
transportan información imposible de obtener por medios electromagnéticos: por
ejemplo, hemos visto ya que los agujeros negros, invisibles directamente por
medios ópticos, pueden 'sentirse' a través de las ondas gravitatorias que un
sistema binario de agujeros negros emite.
La
información combinada que podemos obtener conjugando los canales
electromagnético y gravitatorio es extraordinaria. Por ejemplo, se sabe ahora
que, además de en la explosiones de supernova, la mayor parte de los elementos
químicos de número atómico mayor que el del hierro, como el oro, se producen
precisamente en estos procesos de fusión de estrellas de neutrones. Y que estos
procesos son el origen de algunos de los antes misteriosas brotes de rayos
gamma. Seguramente esto solo es el comienzo de lo que podremos aprender así.
Las sirenas estándar.
Una buena
muestra de la potencialidad de esta astronomía multimensajero es la estimación
del parámetro de Hubble usando los datos de la observación de la onda
gravitatoria GW170817 producida por la fusión de dos estrellas de neutrones.
Esa estimación consigue la misma precisión que las realizadas 'ópticamente'
alcanzaron en los 1990, tras 60 años de refinamientos. Cuando este método
disponga de varias observaciones multimensajero semejantes, se podrá usar para
obtener una determinación 'absoluta' de las distancias cosmológicas que no
dependa de las delicadas calibraciones requeridas en los métodos actuales de
determinación de esas distancias, agrupados en lo que se llama la escalera
cósmica.
La idea
básica fue propuesta por B. Schutz en los 1990s, y en su forma original
consiste en observar sistemas que emitan en gravitatorio y en electromagnético,
como el colapso de un sistema binario de estrellas de neutrones. De las señales
gravitatorias conocemos la amplitud y la frecuencia de la onda gravitatoria
recibida y sus ritmos de crecimiento en los ciclos finales antes del colapso.
Nótese que no podemos concluir que la frecuencia observada sea la frecuencia
original de emisión, debido al desplazamiento cosmológico de frecuencias, que
no puede medirse con métodos puramente gravitatorios (recordemos que no hay
'rayas' gravitatorias). Pero de la observación electromagnética sí que podemos
medir ese desplazamiento al rojo, que es el mismo para ambos tipos de ondas.
Con esa información la teoría determina la amplitud inicial de las ondas en el
momento de su emisión, que comparadas con la amplitud de la onda gravitatoria
recibida, nos dan directamente la
distancia a la fuente.
Por
oposición al nombre de candelas estándar
que se aplican a los métodos de la escalera cósmica que consisten en comparar
luminosidades, a estos nuevos estándares se les ha bautizado en 2005 como sirenas estándar. Conserve ese término
en mente, ya que sin duda dará bastante que hablar en un futuro próximo.
Las ondas gravitatorias primordiales.
Hay una
barrera infranqueable para poder observar el Universo temprano mediante 'luz':
el fondo cósmico de microondas. Descubierto accidentalmente en 1964, es
literalmente un registro de cómo era el Universo con unos 380.000 años de edad.
Aquella radiación, que se emitió más o menos en el visible, la podemos observar
hoy en la región del espectro de microondas, muy desplazada hacia el rojo por
la expansión del Universo. El estudio detallado de esa radiación, que desde los
1990 se lleva haciendo con varios satélites específicamente dedicados, es uno
de los tres pilares de la Cosmología actual. ¿Porqué no podemos 'ver' más
atrás? Porque antes el Universo era (como una niebla intensa es para la luz) y
solo entonces se hizo transparente, como lo es ahora, a la radiación
electromagnética.
En
contraste, el Universo siempre fue transparente a las ondas gravitatorias. Y en
los primeros instantes, tras el Big Bang, con las altísimas densidades de
materia y de energía en movimiento se debió emitir una gran cantidad de
radiación gravitatoria, que, al igual que el fondo cósmico de microondas, se
estará propagando desde entonces. Lo que significa que, en principio, no hay
ninguna barrera temporal para poder 'observar' los primeros instantes del
Universo mediante ondas gravitatorias.
La
detección de esas ondas gravitatorias primordiales abriría unas posibilidades
insospechadas. ¿Seremos capaces de conseguirlo? Nadie lo sabe, pero que pudiéramos
hacerlo sería una fascinante revolución, mayor que la promovida por el descubrimiento
del fondo cósmico de microondas.
A esa
esperanza se refieren las palabras del principal galardonado con el Nobel de
Física 2017 por la detección directa de las ondas gravitatorias, Rainer Weiss,
con las que quiero cerrar esta rápida excursión cultural:
“There are calculations that indicate that the very
earliest instants of the universe, right after the universe gets born, there is
an enormous amount of background radiation of gravitational waves generated.
That would be one of the most fascinating things man could [see] because it
will tell you very much how the universe starts [...] At some point, not with
the detectors we have now, we hope to be able to look at the beginnings of the
universe.”
Fig.7.
Dos de los ganadores del Nobel de Física 2017:
Rainer
Weiss, izquierda, Kip. S. Thorne, derecha, en el acto (Febrero de 2016) de
presentación de la primera detección de ondas gravitatorias, hecha cuatro meses
antes.
Foto: Andrew Harnik, FILE / AP Photo / Gtres
Referencias:
[1]
Thorne, K.S., Agujeros Negros y Tiempo Curvo, Drakontos, 2010 (publicado
originalmente en inglés en 1994). (Libro general que describe el contexto de
los agujeros negros y comenta muchos detalles históricos de primera mano).
[2]
Emparan, R., Iluminando el lado oscuro del Universo: Agujeros Negros, ondas
gravitatorias y otras melodías de Einstein, Ariel, 2018. (Un libro reciente y
excelente, por un autor español).
[3] Thorne, K.S., Gravitational
Waves, in Proceedings of the Snowmass'94 Summer Study on Particle and Nuclear
Astrophysics and Cosmology, eds. E.W. Kolb and R. Peccei (World Scientific,
Singapore, 1995), pp. 160-84; also published in Particle Physics, Astrophysics
& Cosmology, Proceedings of the SLAC Summer Institute on Particle Physics,
eds. Jennifer Chan & Lilian DePorcel (SLAC-Report-484, Stanford Linear
Accelerator Center, Stanford, California, 1996). http://xxx.lanl.gov/abs/gr-qc/9506086
[4] Barish, Barry C.
and Weiss, Rainer, LIGO and the detection of gravitational waves, Physics today
52, 10, 44 (1999).
[5] Abbott at al.,
Observation of Gravitational Waves from a binary Black Hole merger, Phys, Rev.
Lett, 116, 061102 (2016). (Artículo original con el primer anuncio de
detección, “muy técnico”, pero es informativa la lista completa de autores y de
sus instituciones, que ocupa casi tanto como el propio artículo).
[6]
González, G y Sintes, A.M., Ondas gravitacionales: mensajeras del Universo,
Revista Española de Física, 29, 4, 2015.
[7]
Sintes, A.M., 14 de Septiembre de 2015: el albor de la astronomía de ondas
gravitatorias, Revista Española de Física, 30, 2, 2016.
[8]
Sintes, A.M, Sorazu, B, La observación de ondas gravitatorias con LIGO,
Investigación y Ciencia, Feb. 2017.
[9]
Castelvecchi, Davide. Here come the waves, Nature, 556, 12 April 2018.
[10]
Rothman, T. The secret history of Gravitational waves, American Scientis,
March-April 2018
[11] Sormani, C., Introduction,
Notices of the AMS, 64, 7, 685; Denson Hill and Nurowski, P., How the green
light was given for Gravitational Wave Search, Ibidem, 686, Bieri, L,
Garfinkle, D and Yunes, N, Gravitational waves and Their Mathematics, Ibidem
693. (Aspectos más matemáticos excelentemente discutidos en este artículo doble
publicado en las Notices of the American Mathematical Society bajo el título
común The Mathematics of Gravitational Waves).
[12]
Nobel Committee Report for the Nobel Prize in Physics 2017. Popular Science
Background, Cosmic chirps, www.kwa.se
[13]
Nobel Committee Report for the Nobel Prize in Physics 2017. Scientific
Background, The laser interferometric gravitational-wave observatory and the
first direct detection of gravitational waves, www.kwa.se
(Resúmenes
publicados por el Comité Nobel con ocasión de la concesión del Nobel de Física
2017: hay uno ‘popular’, accesible al mismo nivel que el presente artículo, y
otro más `avanzado’, que es realmente excelente).
[14]
Sitios Web: Prácticamente todos los grandes proyectos tienen excelentes páginas
web, con gran cantidad de información. LIGO: www.ligo.org ,
LISA: https://www.elisascience.org/
Mariano Santander Navarro
Doctor en Ciencias Físicas.
Catedrático del Departamento de Física Teórica,
Atómica y Óptica, Universidad de Valladolid.
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