Rayos X: hallazgo y consecuencias de una luz prodigiosa.
Con la inconfundible
precisión científica de la lengua alemana, comenzaba Wilhelm Conrad Röntgen su presentación
ante la Sociedad de Física y Medicina de
Würzburg (Alemania) sobre el descubrimiento que fortuitamente protagonizó el
8 de noviembre de 1895:
Cuando se deja pasar la descarga
eléctrica procedente de una bobina Ruhmkorff a
través de un tubo de vacío de tipo Hittorf, o
de un Lenard suficientemente evacuado, Crookes o cualquier otro tubo parecido, cubierto con una
camisa ceñida de cartón negro y fino, y en la habitación totalmente a oscuras
se deja una placa de papel previamente recubierta de una capa de cianuro de
bario y platino, ésta se ilumina cada vez que se produce una descarga,
independientemente de que la superficie recubierta esté apuntando o no hacia el
tubo. Dicha fluorescencia se produce hasta 2 metros de distancia del aparato.
Es fácil convencerse de que la fluorescencia proviene del aparato de descarga eléctrica
y no de cualquier otra parte de los equipos.
Con dicha
descripción, publicada en 1896, Röntgen introducía ante la mencionada sociedad
científica las circunstancias del hallazgo de lo que él mismo describió como un
nuevo tipo de rayos (Eine neue Art von Strahlen [1], Fig. 1) totalmente
desconocidos, de ahí que se les bautizara con la letra de las incógnitas (X),
pero que, nada más y nada menos, posteriormente abrirían puertas inimaginables para
la ciencia del momento.
Fig.1. Carátula de la
presentación oficial en 1896 del descubrimiento de Röntgen ante la Sociedad de
Física y Medicina de Würzburg (Alemania).
El descubridor.
Wilhelm Conrad
Röntgen, nacido el 27 de marzo de 1845, fue el único hijo de un fabricante de
tejidos asentado en Lennep, cerca de Remscheid (Alemania). A sus tres años, la
familia paterna emigró a los Países Bajos, estableciéndose primero en
Appeldoorn hasta 1862, y luego en Utrecht, en donde al joven Wilhelm Conrad no
se le permitió acabar con su graduación escolar, ya que al parecer fue confundido
con el autor de una caricatura sobre su maestro de clase, sin que quisiera revelar
al culpable.
En 1865
Röntgen abandonó los Países Bajos para estudiar ingeniería mecánica en Zürich
(Suiza), en donde se enamoró de Anna Bertha Ludwig, sobrina del escritor Otto Ludwig
(1813-1865), y con la que se comprometió tras superar brillantemente su
licenciatura. En 1860, después de obtener su doctorado en física, Röntgen
acompañó como asistente a su profesor, el físico experimental August
Kundt (1839-1894), primero a Würzburg y más tarde a
Estrasburgo. En 1872, Wilhelm Conrad y Anna Bertha se casaron en Appeldoorn. Su
feliz matrimonio, de casi cincuenta años de duración, permaneció sin hijos, de
ahí que adoptaran a una sobrina de Anna Bertha.
Tras nueve
años en Giessen como profesor ayudante, Röntgen volvió a Würzburg, en donde, manteniéndose
fundamentalmente en la línea de las investigaciones de los físicos Heinrich Hertz (1857-1894)
y Philipp Lenard (1862-1947), experimentó con
los fenómenos que ocurren durante las descargas eléctricas en el seno de gases
que se mantienen bajo una presión extremadamente baja en el interior de una
ampolla de vidrio que contiene dos polos eléctricos. Cuando se aplica un alto
voltaje entre los dos polos se observa una descarga en forma de haz luminoso
formado por electrones, explicación desconocida en aquellas fechas y de ahí que
se hablara simplemente de “rayos catódicos”. Las propiedades de estas descargas
eran bastante bien conocidas cuando Röntgen comenzó sus experimentos, pero
nunca imaginó que aquellos experimentos le llevarían al descubrimiento de una
nueva y prodigiosa radiación.
A la edad
de 50 años, concretamente el 8 de noviembre de 1895, Röntgen quedó perplejo
ante una inexplicable observación ocurrida durante un experimento en su
laboratorio de la Universidad de Würzburg. A unos pocos metros de la ampolla de
vidrio con la que observaba las mencionadas descargas eléctricas había un papel
impregnado con una sustancia especial. Cuando se generaban los rayos catódicos
el papel comenzaba a brillar; pero lo que verdaderamente intrigó a Röntgen era
que el papel todavía brillaba cuando tapaba totalmente la ampolla de descarga en
el interior de un grueso cartón negro, de tal modo que el fogonazo de la
descarga eléctrica no pudiera iluminar el papel impregnado. Tras replantearse
detenidamente el resultado de las observaciones (Fig. 2) llegó a la conclusión
de que el papel impregnado estaba siendo iluminado por un tipo de rayos
totalmente desconocidos hasta aquel momento y capaces de traspasar el cartón, de
ahí que los denominara con la letra de las incógnitas: rayos X. Guardó total
silencio sobre su increíble hallazgo, hasta tal punto que comentó a su esposa
que “si la gente supiera en lo que estoy trabajando, pensaría que me he vuelto
loco”. Pasó varias semanas casi sin dormir estudiando las propiedades de los
rayos recién descubiertos, actuando con precisión y gran cautela para tratar de
mantener el respeto científico que se había granjeado entre los físicos de su
época. En enero de 1896 había ya escrito tres comunicaciones científicas
directamente relacionadas con sus observaciones, cuyo contenido era tan
minucioso que tuvo que pasar una década para poder volver a decir algo nuevo
sobre los rayos X.
Fig.2. ¡Un resultado
inesperado! Descubrimiento de los rayos X en 1895. Ilustración de Alejandro Martínez
de Andrés, CSIC, 2014.
El 23 de
enero de 1896, Röntgen pronunció su única conferencia pública sobre su
descubrimiento en la Sociedad de Física y
Medicina de Würzburg, en donde, además de relevantes científicos estuvieron
presentes militares de alto rango y otras muchas personalidades. La conferencia
se vio interrumpida varias veces por el entusiasmo de los oyentes, y en
especial tras la proyección de la radiografía de la mano del anatomista suizo
Alfred von Kölliker (Fig. 3), quien propuso dar el nombre de Röntgen a esta
nueva radiación, tal como se viene denominando en alemán a los rayos X (Röntgenstrahlung).
La
respuesta científica al hallazgo de Röntgen (Fig. 4) fue colosal, y aunque
Röntgen nunca ocultó que sus indagaciones se basaron en estudios de otros
colegas, como los alemanes J.W.
Hittorf (1824-1914) y P. Lenard (1862-1947), o el británico W. Crookes (1832-1919), no faltaron las pretensiones de algunos para
atribuirse el descubrimiento. Incluso el emperador alemán Guillermo II ordenó
que el físico estrella se desplazara a Berlín el 13 de enero de 1896 para conocer
en primera persona la naturaleza de esos rayos misteriosos que todo lo
traspasaban, y es que la sensación de poder mirar en el interior del propio
cuerpo hizo que los rayos X también se convirtieran en el descubrimiento físico
más popular de su época.
Inexplicablemente,
Röntgen renunció a patentar el resultado de su experimento, con lo que, en
principio, en aquel tiempo cualquiera podía construir un equipo productor de
rayos X, y como los peligros de esta nueva radiación aún eran completamente
desconocidos, su uso se hizo totalmente popular e incontrolado, llegando incluso
a usarse con fines lúdicos. Sin embargo, curiosamente, la introducción de su
uso para aplicaciones médicas fue mucho más lenta de lo que uno puede imaginar,
hecho que en algún momento hizo flaquear el posible futuro del descubrimiento.
Debieron pasar aún bastantes años hasta que su "increíble luz" fuera
reconocida como de verdadero interés médico, e incluso le reportara el máximo
galardón del primer Premio Nobel de Física de 1901 [2].
A pesar de
todas las exageraciones vertidas alrededor de su persona y de la cambiante
popularidad del descubrimiento en sí, Röntgen se mantuvo como un personaje
modesto y solitario. Le gustaba pasar los veranos en su casa en Weilheim, en
los Alpes bávaros. Amaba la naturaleza y fue un ávido montañista y cazador. En
1900 aceptó una cátedra en Munich, en donde pasó el resto de su vida. Murió el
10 de febrero de 1923, cuatro años después de su esposa.
Los primeros ecos del descubrimiento.
Tal como
se ha mencionado más arriba, en un principio el futuro de aquellos misteriosos
rayos no parecía excesivamente prometedor. Tuvo que pasar algo más de un largo
decenio desde que Röntgen descubriera su capacidad para visualizar estructuras
óseas, para que, ya comenzado el siglo XX, se iniciara el desarrollo de la
tecnología necesaria para su uso en Medicina.
En efecto,
el “ruido científico” alrededor del hallazgo de Röntgen fue espectacular. El
primer informe sobre el descubrimiento en una revista científica británica fue
una breve nota en The Electrician
publicada el 10 de enero de 1896. El autor de dicho artículo pensaba con
optimismo que todo el fenómeno parecía admitir una explicación fácil, y terminaba
con un injusto comentario: hay pocas
personas a las que les guste sentarse durante dos horas para hacerse una foto
que solo muestre sus huesos y los anillos de los dedos. Dicha observación,
característica de otros muchos artículos aparecidos durante los primeros
tiempos del descubrimiento, se basaba en la creencia de que la aplicación
práctica del hallazgo era principalmente en fotografía. Las primeras reacciones
de la prensa médica británica publicadas en la prestigiosa revista médica The Lancet, a finales de 1896,
comenzaron algo molestas y en tono grotesco, aunque semanas más tarde fueron
algo más cautas, dando paso a la duda sobre la existencia de un descubrimiento posiblemente
importante para la Medicina. El índice del volumen 53 de la revista Nature, publicado en 1896, enumera no
menos de 163 artículos, cartas y notas procedentes de muchos países con
comentarios sobre los rayos X. Según Glasser [3] en ese mismo año llegaron a
publicarse en el mundo no menos de 1.044 libros y folletos sobre el descubrimiento
de Röntgen. La primera monografía sobre el tema fue publicada en Gran Bretaña
en 1896 con el título Practical
Radiography [4] y curiosamente, quizás como consecuencia de la falta de
familiaridad con la anatomía humana a la luz de los rayos X, su portada
mostraba un corazón humano, pero boca abajo.
La ciencia se lo toma en serio.
Röntgen
comenzó a salir definitivamente de su incómoda situación gracias a su decisivo
envío a la revista británica British
Medical Journal de una radiografía con un brazo fracturado, lo cual daba
idea de la capacidad diagnóstica de su descubrimiento. Desde ese momento, las reacciones en el
campo médico cambiaron radicalmente, tal como describe el excelente artículo de
Posner [5].
Al
comienzo de la primera guerra mundial los equipos de rayos X todavía se encontraban
exclusivamente en los hospitales de las grandes ciudades, lejos de los campos
de batalla en donde se tenía que atender a los heridos. La solución al problema
vino de la mano de la intrépida científica Marie Curie (1867-1934), quién desarrolló el
primer "coche radiológico", es decir, un vehículo que contenía un
equipo productor de rayos X y un aparato fotográfico con cuarto oscuro para
revelar las placas radiológicas, y que podía desplazarse hasta el campo de
batalla para que los cirujanos del ejército pudieran utilizar los rayos X y
guiar así sus intervenciones quirúrgicas (Fig. 5). Uno de los principales
obstáculos del proyecto fue la necesidad de disponer de la suficiente energía
eléctrica para producir los rayos X, pero Curie resolvió el problema
incorporando una dinamo, un tipo de generador eléctrico en el diseño del
automóvil, de tal modo que finalmente la electricidad requerida era producida
por el motor de combustión del automóvil.
Fig.5. Una de las
unidades móviles de Curie utilizada por el ejército francés. Bibliothèque
Nationale de France, Département Estampes et Photographie. https://bit.ly/2N0swCS.
El
fundamento del equipamiento para producir rayos X es relativamente sencillo
(Fig. 6) se requiere un generador de alta tensión (hasta unos 50.000 voltios),
que se suministra al llamado tubo de rayos X, que es en donde se produce la radiación
[6]. La alta tensión se suministra como diferencia de potencial (alto voltaje)
entre un filamento incandescente (cátodo), por el que se hace pasar una
intensidad de corriente de bajo voltaje (aproximadamente 5 A y 12 V) y un metal
puro (ánodo) como wolframio, cobre, molibdeno, etc., estableciéndose entre
ambos una corriente de unos 30 mA de electrones libres.
Desde el filamento incandescente (cargado
negativamente) saltan electrones hacia el ánodo (cargado positivamente)
provocando, en los átomos de este último, una reorganización electrónica en sus
niveles de energía. Los electrones previamente excitados del material anódico que
retornan a su estado previo (energéticamente más bajo) emiten ese exceso de
energía en forma de rayos X, característicos de ese material (Fig. 7).
Fig.7. Los electrones
previamente excitados retornan a su estado original, devolviendo esa energía en
forma de rayos X.
Actualmente
es de todos conocido que la radiología se ha convertido en una importantísima
especialidad como ayuda para el diagnóstico médico. Es la herramienta fundamental
para la detección de enfermedades del esqueleto, pero también se utiliza para
diagnosticar enfermedades de los tejidos blandos, como la neumonía, cáncer de
pulmón, edema pulmonar, abscesos, etc. Las imágenes de rayos X muestran el
interior del cuerpo en diferentes tonos de grises, lo cual es debido a que los
diferentes tejidos absorben la radiación de forma desigual. El calcio de los
huesos absorbe la mayor parte de los rayos X, por lo que la placa fotográfica
apenas se impresiona y los huesos se ven casi blancos (Fig. 8). La grasa y los
restantes tejidos blandos, constituidos por elementos químicos de menor número
atómico que el calcio (carbono, nitrógeno, hidrógeno), absorben menos, y se ven
de color gris, y como el aire apenas absorbe la radiación, los pulmones se ven
negros.
En la
actualidad, incluso en algunos casos, cuando el examen radiológico directo
tiene limitaciones, los rayos X también dan solución a la observación, mediante
la denominada tomografía axial computarizada (TAC), sin olvidar que los rayos X
también se usan para la observación de eventos en tiempo real, tales como la
angiografía o, en general, estudios de contraste, administrando sustancias con
cierto grado de opacidad para hacer visibles las venas, arterias o vasos
linfáticos. Pero, además de su imprescindible uso como herramienta de
diagnóstico, los rayos X juegan también un papel muy importante como instrumento terapéutico (radioterapia) para destruir
tumores y células cancerosas al dañar su ADN, y por ello la dosis de radiación
utilizada para tratar el cáncer es mucho más alta que la dosis de radiación
utilizada para las imágenes de diagnóstico. La radiación terapéutica
normalmente se genera en un equipo externo al cuerpo o puede provenir de un
material radioactivo que se coloca en el cuerpo, dentro o cerca de las células
tumorales, o inyectado directamente en el torrente sanguíneo.
Pero no
sólo la Medicina ha sabido beneficiarse de las aplicaciones de los rayos X. En
el mundo industrial se utilizan toda una serie de ensayos considerados como herramienta
fundamental para el control de calidad de materiales (Fig. 9). Estas pruebas se
basan en el distinto poder de penetración de los rayos X en los materiales,
dependiendo de su naturaleza, grosor y o densidad. La finalidad es descubrir,
localizar y evaluar los defectos, peculiaridades o discontinuidades, superficiales
o interiores, de cualquier tipo de material, en soldaduras, estructuras de
puentes o edificios, en las estructuras de los medios de transporte, como
barcos o aviones, piezas o partes de equipos, verificación de montajes, desarrollo
y/o control de procesos y en cualquier otro tipo de campo industrial en donde
la radiación X no afecte las propiedades o funcionalidad del material en
estudio. Dentro de este tipo de ensayos podemos incluir las investigaciones que
ya desde hace años se llevan a cabo en el campo del arte, como por ejemplo para
la correcta reparación de pinturas famosas o en la exploración de sus orígenes
(Fig. 10).
Fig.10. Una radiografía
revela una pintura, previamente desconocida, de Amedeo Modigliani que surgió
detrás de una de sus obras maestras. Foto de Mark Heathcote y Abbie Soanes /
Galería Tate.
Históricamente
hablando, y al margen del gigantesco desarrollo que el uso de los rayos X ha
supuesto para la medicina y la industria, el mayor salto cualitativo que
científicamente aportó el descubrimiento de Röntgen ocurrió el 8 de junio de 1912,
cuando la Academia de Ciencias de Baviera publicó un breve comunicado firmado
por Max Laue (1879-1960), entonces todavía sin el “von”, y sus dos
ayudantes Walter Friedrich y Paul Knipping. El comunicado anunciaba, con cierta
premura, que los rayos X generaban interferencias al pasar a través de los
cristales, es decir, al interaccionar con la materia ordenada, que es lo que se
suponía que eran los cristales [7]. Y es que esta simple observación respondía
inequívocamente a dos importantes preguntas del momento. Por un lado, el hecho
de que los misteriosos rayos dieran lugar a patrones de interferencia
demostraba que su naturaleza era la misma que la de una radiación
electromagnética (una onda, Fig. 11), y aún más, que su longitud de onda (la
distancia que recorre la onda en el intervalo de tiempo trascurrido entre dos
máximos consecutivos de la onda) sería del orden de las separaciones regulares
que debían de existir en el interior de los cristales, lo que, por otro lado, constataba
la naturaleza ordenada de estos últimos. Una magnífica descripción histórica de
estos hechos y de los correspondientes experimentos llevados a cabo bajo la
dirección de Max von Laue, puede encontrarse en el artículo de Michael Eckert [8].
Fig.11. Los rayos X son
una radiación electromagnética con una longitud de onda equivalente a las
distancias interatómicas en la materia.
Aunque
nadie podría restar ningún mérito al hallazgo de Laue, es justo citar que la
decisión de llevar a cabo el experimento con los cristales fue consecuencia de conversaciones
previas con su colega de la Universidad de Munich Paul Peter Ewald
(1888-1985), quien entonces estaba acabando su Tesis Doctoral bajo la dirección
de Arnold Sommerfeld (1868-1951). Ewald interesó
a Laue por sus propios experimentos sobre interferencias entre radiaciones de
gran longitud de onda (prácticamente luz visible) sobre un "modelo cristalino"
(ordenado) basado en resonadores, y todo ello cuando todavía estaba en
discusión la naturaleza corpuscular u ondulatoria de las radiaciones. Esta idea
de Ewald es la que, finalmente, llevó a Laue a imaginar qué pasaría si en lugar
de tales grandes longitudes de onda se usaran otras de mucha menor longitud
(mayor frecuencia), y directamente sobre los cristales quienes, en teoría,
deberían comportarse como redes de interferencia muy pequeñas. Es también de
justicia mencionar que tras el éxito del experimento resultó sorprendente la
rapidez con la que Ewald desarrolló y publicó la interpretación matemática de
las observaciones de Max von Laue [9].
El
hallazgo de Max von Laue, obteniendo los primeros diagramas de difracción con
cristales (Fig.12), tuvo un eco estremecedor en el mundo científico. En
Inglaterra, William Henry Bragg (1862-1942) y William Lawrence Bragg (1890-1971), padre e hijo, confirmaron el descubrimiento de
Laue, y en otoño de 1912, el mismo año en que Max von Laue hizo público su
experimento, el joven Lawrence Bragg comenzó a examinar el fenómeno que ocurría
al interponer un cristal entre una fuente de rayos X y una placa fotográfica,
presentando sus primeros resultados en la sede de la Sociedad Filosófica de Cambridge en su reunión del 11 de noviembre
de 1912 y publicado en enero de 1913 [10]. Muy pocos descubrimientos
científicos han sido reconocidos tan rápidamente con el máximo galardón que
supone el premio Nobel, ya que Max von Laue, autor del experimento de Munich,
recibió el premio Nobel de 1914 [11] "por su descubrimiento de la
difracción de rayos X por cristales", y los
Bragg recibieron el premio de 1915 [12] "por sus servicios en el
análisis de la estructura de los cristales por medio de los rayos X".
A la luz
de los resultados de Max von Laue y de los Bragg (padre e hijo), los rayos X acabaron
revolucionando el antiguo campo de la Cristalografía, que hasta entonces había
estudiado fundamentalmente la morfología de los minerales. El fenómeno de la
interacción de aquella extraña radiación con los cristales, demostró que los
rayos X tenían naturaleza electromagnética, de longitud de onda del orden de 10-10
metros, y que la estructura interna de los cristales era discreta y periódica,
en redes tridimensionales, con separaciones interatómicas de ese orden de
magnitud. Estos hechos provocaron que, ya desde el pasado siglo XX, la
Cristalografía se convirtiera en una de las disciplinas básicas para muchas otras
ramas de la Ciencia, y en especial de la Física y Química de la materia
condensada, de la Biología y de la Biomedicina.
En efecto,
tal como ya demostraron los Bragg con cristales de sustancias sencillas como el
cloruro sódico (sal común), el patrón de difracción originado por los rayos X
al pasar por el interior de los cristales genera como la “huella digital” de su
estructura interna, es decir, de la posición relativa de todos los átomos que
la componen. Ello permite contemplar el experimento de la difracción como un
par de escenarios conectados. El primer escenario estaría representado por la
estructura interna (átomos, moléculas, iones), y el segundo lo estaría por el propio
patrón de difracción. La conexión entre ambos escenarios sería “una puerta” virtual
que estaría simbolizada por el signo de igualdad (=) que, en su correspondiente
formulación matemática, conecta ambos espacios (Fig. 13). El primer escenario,
conocido con el nombre de “espacio real o cristalino”, está representado en
dicha figura por el miembro de la izquierda de la mencionada expresión
matemática; se denomina función de densidad electrónica, ρ(xyz), y no contiene más complejidad que la de las posiciones de
los átomos en el interior de la celdilla elemental, un paralelepípedo virtual
que por apilamiento en las tres direcciones del espacio genera el volumen
cristalino, tal como lo hacen los ladrillos de un muro. El segundo escenario,
conocido como “espacio recíproco” (introducido por Paul Peter Ewald
inmediatamente después de los experimentos de Max von Laue) está constituido
por las ondas de rayos X que han sido difractadas por el cristal. Sin embargo,
este escenario guarda un “cierto secreto”, pues de estas ondas difractadas solo
conocemos su efecto final sobre una película fotográfica, manchas de diferente
intensidad. Y es que las ondas difractadas no se caracterizan exclusivamente
por sus intensidades, sino también por sus “diferencias de estado”, lo que se
conoce con el nombre de “diferencias de fase” (Fig.13). Las intensidades que
aparecen en el patrón de difracción son magnitudes perfectamente medibles, pero
su “secreto” (las diferencias de fase entre unas ondas y otras), se nos “escapa”
de la medida experimental, lo que implica una gran dificultad para movernos en
el sentido de derecha a izquierda del esquema. Esta dificultad implicó que la
determinación de la estructura interna de cristales más complicados que los que
manejaron los Bragg no fuera conseguida en la época de los Bragg. Esta meta ha sido alcanzada gracias al
esfuerzo de grandes científicos durante un centenar de años, en una época
plagada de laureados Nobel, pero esa es otra historia [13, 14].
En la actualidad,
gracias al conocimiento estructural que nos proporcionan los rayos X en su
interacción con los cristales somos capaces de producir materiales con
propiedades prediseñadas, desde catalizadores para una reacción química de
interés industrial, hasta pasta de dientes, placas de vitrocerámica, materiales
de gran dureza para uso quirúrgico, o determinados componentes de los aviones,
por poner algunos ejemplos. Gracias a la interacción de los rayos X con los
cristales pudimos averiguar los secretos estructurales del ADN, el llamado
código genético. Podemos aumentar la resistencia de las plantas frente al
deterioro medioambiental. Somos capaces de comprender, modificar o inhibir,
enzimas implicados en procesos fundamentales de la vida e importantes para mecanismos
de señalización que ocurren en el interior de nuestras células, como el cáncer.
Gracias al conocimiento de la estructura del ribosoma, la mayor fábrica de
proteínas de nuestras células, podemos entender el funcionamiento de los
antibióticos y modificar su estructura para mejorar su eficacia. De la
estructura de las enzimas bacterianas (Fig. 14) o producidas por ciertos virus,
hemos aprendido cómo combatir los microorganismos con alta resistencia a
antibióticos, y ya somos capaces de desentrañar las sutiles maquinarias de
defensa que han desarrollado estos gérmenes, con lo que ya no es un sueño
pensar que podemos combatirlos con herramientas alternativas a los
antibióticos.
Referencias:
[1] Röntgen, W.K. 1896. Eine neue Art von Strahlen,
Verlag und Druck der Stahel’schen K.B. Hof- und Universitäts- Buch- und
Kunsthandlung, Würzburg. http://bit.ly/2wFdNCp
[2] The Nobel Prize in Physics
1901, Wilhelm Conrad Röntgen. Fundación Nobel. https://bit.ly/2N0cPvB
[3] Glasser, O. 1933. Wilhelm
Conrad Röntgen and the Early History of the Roentgen Rays. London, John Bale,
Sons and Danielson. https://bit.ly/2NwjBbK
[4] Ward, H.S. 1896. Practical
Radiography. E.A. Robins y A.E. Livermore. London, Dawbarn y Ward.
[5] Posner, E. 1970. Reception
of Rontgen's Discovery in Britain and U.S.A., British Medical Journal, 4,
357-360, https://bit.ly/2oEOlcQ
[6] The Cathode X-ray Tube
site, Electronic Glassware, History and Physics Instruments, https://bit.ly/2NqUAiw
[7] Friedrich, W., Knipping, P. y Laue, M. 1912.
Interferenz-Erscheinungen bei Röntgenstrahlen, Sitzungsberichte der Königlich
Bayerischen Akademie der Wissenschaften, Mathematische-Physische Klasse, 42,
303-322, https://bit.ly/2Qehg3P
[8] Eckert, M. 2012. Max von
Laue and the discovery of X-ray diffraction in 1912, Ann. Phys. (Berlin) 524,
No. 5, A83–A85, doi:10.1002/andp.201200724
[9] Ewald, P.P. 1913. Zur Theorie der Interferenzen
der Röntgenstrahlen in Kristallen. Physikalische Zeitschrift, 11, 465-472, https://bit.ly/2MefY5R
[10] Bragg, W.L. 1913. The
diffraction of short electromagnetic waves by a crystal. Proceedings of the
Cambridge Philosophical Society, XVII (1), 43-57, https://bit.ly/2N0UZIX
[11] The Nobel Prize in
Physics 1914, Max von Laue. Fundación Nobel. https://www.nobelprize.org/prizes/physics/1914/summary/
[12] The Nobel Prize in
Physics 1915, Sir William Henry Bragg and William Lawrence Bragg. Fundación Nobel. https://www.nobelprize.org/prizes/physics/1915/summary/
[13] Martínez-Ripoll,
M., Hermoso, J.A., Albert, A. (coord.). 2014.A través del cristal. Cómo la
cristalografía ha cambiado la visión del mundo, CSIC-Catarata, 196 págs., ISBN:978-84-00-09800-1.
[14] Cano,
F.H. y Martínez-Ripoll, M. Cristalografía-Crystallography. Web para la
enseñanza de la Cristalografía, http://www.xtal.iqfr.csic.es/Cristalografia/
[15] Lee, M.,
Batuecas, M.T., Tomoshige, S., Domínguez-Gil, T., Mahasenan, K.V., Dik, D.A., Hesek,
D., Millán, C., Usón, I., Lastochkin, E., Hermoso, J.A. and Mobashery, S. 2018.
Exolytic and endolytic turnover of peptidoglycan by lytic transglycosylase
Slt of Pseudomonas aeruginosa. PNAS,
115, 4393-4398, doi:10.1073/pnas.1801298115.
Bibliografía:
(1) Bordley, J., Harvey, A.
Macgehee. 1976.Two Centuries of American Medicine 1776-1976.Philadelphia, W.B.
Saunders, https://bit.ly/2MSjXdh .
(2) DESY 2000 - Licht der Zukunft. Wilhelm Conrad
Röntgen und die Entdeckung der X-Strahlen. https://bit.ly/2r9VEti .
(4) Fresquet,
J.L. Wilhelm Conrad Röntgen (1845-1923), en Historia de la Medicina, https://bit.ly/2oJkK1F .
(5) Garrison, F.H. 1921. An
introduction to the history of medicine, with medical chronology, suggestions
for study and bibliographic data. W.B. Saunders Company, Philadelphia and
London, https://bit.ly/2aZIqam .
(6) Röntgen, W. C.. 1894. Zur Geschichte der Physik
an der Universität Würzburg, Festrede zur Feier des dreihundert und zwölften
Stiftungstages der Julius-Maximilians-Universität gehalten am 2ten Januar. Würzburg,
Druck der KGL Universitätsdruckerei von H. Stürtz, http://bit.ly/2LloB3c .
Martín
Martínez-Ripoll
Doctor en Ciencias Químicas
Profesor
de Investigación Ad Honorem,
Instituto de Química-Física “Rocasolano”, CSIC.
Gracias por la informacion =)
ResponderEliminarMuy buena información..
ResponderEliminarExcelente información. Gracias
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